martes, 12 de mayo de 2015

Lo que Dicen y Ocultan las Malas Notas

Llega el final de curso y, con él, las notas. Es un momento difícil para algunos estudiantes.Todas las calificaciones son importantes ya que, tanto las buenas como las malas, muestran cómo llevan nuestros hijos su proceso de maduración personal. El hecho de sacar buenas notas no siempre quiere decir que su desarrollo emocional no esconda conflictos personales. El fracaso en los estudios es una situación que preocupa a los padres y hace sufrir a los hijos. A este sufrimiento se añaden los reproches que los padres, incapaces de entender la situación y angustiados por el futuro de sus hijos, les lanzan con frecuencia. Estas recriminaciones se resuelven a veces en llamarles “vagos” o “irresponsables”, porque los padres piensan que no quieren estudiar y, si no son tontos, es que son vagos. Empiezan entonces las presiones: clases, cursos, castigos... 

Es agotador para todos. A menudo, el resultado no acompaña al esfuerzo. En estos casos nos encontramos lejos de comprender lo que les pasa a los hijos. Nos hemos quedado en la periferia del conflicto. No se aprende por deber, se aprende por el deseo de saber y este deseo puede estar interceptado por algunas razones psíquicas. Cuando un adulto plantea al niño: “Te quedarás sentado hasta que lo aprendas”, ignora que el saber se adquiere mientras hay deseo de aprender y por tanto no se puede imponer. Sería tan absurdo como imponer a alguien que no se mueva hasta que consiga amar a otro. 

¿Y si nos planteáramos que un fracaso en los estudios tiene razones poderosas para que se produzca? Las malas notas siempre son un síntoma de que nuestro hijo tiene problemas. Y, como síntoma, nos habla de una parte inconsciente que no puede dominar porque nada sabe de ella.Una inhibición del deseo de saber domina su psiquismo. Así que, tras unas malas notas, es posible que se esté realizando un deseo más importante que el de aprobar.

En principio, ningún escolar quiere ir mal en los estudios porque se juega su autoestima, va en contra del deseo de los padres y puede temer el rechazo. Entonces, siempre tenemos que suponer que, cuando se producen, los suspensos están avisando de algo, tanto al protagonista que los sufre como a sus padres. Hay que tenerlos muy en cuenta porque pueden ser importantes y representan un mensaje de malestar que hay que intentar escuchar. 

Las causas de las malas notas son diversas. El estudiante puede estar pasando una depresión, tener dificultades en el colegio o en casa, padecer acoso escolar y un amplio abanico de situaciones internas y externas que le resultan difíciles de manejar. Con las malas notas, el adolescente puede estar expresando un profundo malestar interno, dificultades en el proceso de construcción de su personalidad, rechazo por parte de sus compañeros o una negativa a hacerse mayor, entre otros conflictos posibles.

Andrea está aterrorizada porque le van a quedar cuatro asignaturas. Sus padres se van a llevar un disgusto, pues le dan mucha importancia a las notas. En el verano tendrá que ir a clases y, a lo mejor, eso no les permite salir de vacaciones. Andrea siempre fue una estudiante regular, pero al menos sacaba el curso adelante. Últimamente, sin embargo, no se concentra, no le cunde. Ella no es capaz de explicarse qué le pasa y los padres tampoco lo entienden. ¿Por qué una chica iba a negarse a complacer a sus padres, a los que quiere, en algo además que a ella misma también le gustaría? ¿Qué pasa si le queda casi todo el curso?

Que vuelva papá

El fracaso, como el éxito, tiene sus razones, la mayoría de ellos desconocidas para nosotros, porque los sentimientos que llegan a nuestro consciente pueden compararse con la punta de un iceberg. Las emociones profundas que reprimimos nos empujan a actuar de forma en apariencia incomprensible.

Andrea ha percibido, con esa agudeza que caracteriza a los hijos, que sus padres están sufriendo una profunda crisis de pareja. Su padre, que ya está muy poco tiempo en casa, según él por problemas de trabajo, ha dejado caer que quizá este verano no pueda irse de vacaciones junto al resto de la familia. Los suspensos de Andrea intentan expresar el dolor que siente por las ausencias, cada vez más prolongadas, de su padre. Tiene 11 años y mucho miedo a crecer. Piensa que, si suspende, él estará más tiempo en casa para ayudarla y controlar sus estudios. Ella quiere que las cosas vuelvan a ser como antes, cuando la familia estaba más unida y también cuando se sentía más cerca de su padre.

Por otra parte, hay en este caso un sentimiento antiguo: Andrea siempre pensó que a sus padres les importaban más las notas que ella misma, malentendido muy frecuente también en las relaciones entre los padres y los hijos. Si suspende, conseguirá que su padre –aunque sea regañándola para que estudie más– se ocupe de ella como cuando era una niña y así alivie su miedo a hacerse mayor.

El deseo de saber y de aprender es posible cuando no hay otros deseos más importantes que interrumpen el acceso al aprendizaje. Los padres deberíamos ser más conscientes de lo importantes que somos para nuestros hijos, y no tomarnos las malas notas de ellos como una afrenta personal. Necesitan que les ayudemos sin recriminarles por aquello que son incapaces de hacer debido a conflictos internos no resueltos. Sería conveniente, por lo tanto, que nos preguntáramos sobre sus razones, dando por supuesto que sus metas son tan importantes como las nuestras. A veces, incluso, aunque a primera vista no lo parezca, coinciden. 


Evitar errores
Suponer que las malas notas solo dependen de la voluntad es un error. También son un síntoma de conflictos internos no resueltos.
  • No se pueden recibir como una afrenta personal a los padres. No es algo que hacen para rebelarse contra ellos.
  • No hay que ponerles etiquetas como “vago”, “torpe”, “tonto” o “irresponsable”. 
  • Los castigos son a veces eficaces, pero en casos excepcionales. La mala nota es ya por sí una sanción. El niño necesita apoyo para conseguir mejores resultados. 
  • No conviene dejar que la situación se prolongue mucho, ya que la autoestima, el placer por aprender y la confianza en sí mismo pueden verse afectados.
¿Qué podemos hacer?
  • Hay que estar presente sin ser agobiante. El niño debe sentir que sus padres se interesan por su trabajo y confían en sus capacidades, para creer él en ellas. 
  • Reflexionar sobre la importancia que se les da a las notas. Cuando es desproporcionada, el estudiante puede pensar que se le quiere más por ellas que por sí mismo. 
  • Hay que tranquilizarle. Una mala nota no es una catástrofe. Le asiste el derecho a no entender las explicaciones a la primera, la mala nota le permite descubrirlo y volver a trabajar en aquello que no ha comprendido para asimilarlo mejor.
  • Para que recupere la confianza en sí mismo hay que señalarle que en otras asignaturas ha obtenido buenos resultados y que es perfectamente capaz.
  • En ocasiones, hay que proporcionarles apoyo extraescolar.